UNA MUJER DE LA CALLE de RAFAEL DE LEÓN
En tu boca una sonrisa,
en tu cara dos lunares,
luna en tus ojos de noche
y en tu cabello azabache.
Palomas eran tus manos
bronce moreno tu carne
en tu reír una entrega,
en tu mirar, un desplante.
Así te vi una mañana
en la esquina de una calle.
Me dejaste tu mirada
mientras ceñía tu talle,
mi beso te supo a vino
el tuyo me dio más hambre
y me trajo sin querer
aromas de castidades
como si fueses mujer,
que no supiera de darse.
Tu cuerpo lleno de huellas
de otros besos y otras hambres,
me regalo unas caricias
que no quisiste cobrarte
y aunque estas hecha en el barro
y eres mujer de la calle,
llorabas arrepentida mientras
ardía tu sangre, pero
te llame bonita, mi boca
volvió a besarte
y tu pena se perdió
como un suspiro en el aire.
La gente que siempre dice
decía sin apiadarse: -que una mujer
de to el mundo,
no se busca pa casarse.-
Pero yo que te quería
no hice caso de nadie.
Te corteje en la ventana
como los hombres cabales
y una mañana, allá a la iglesia
vine contento a buscarte
y te puse en ese dedo,
un anillo de esponsales.
Vestí tu alma de blanco
y la saque a pasearse,
quité las malas ideas
que iban a atormentarte
y tuviste el apellido
que a ti, te negó tu padre.
Nada te faltó en mi casa
nada más podía darte.
Lavé tu cariño puro
el barro que amontonaste
y te cambié con mis besos
hasta el color de la carne.
Lo que no pude cambiar
fueron esos dos lunares,
ni pude quitar jamás
por más que quise obligarte,
de tu sonrisa, esa entrega,
de tu mirar, el desplante.
La gente clavó en mi pecho
como navajas cortantes,
murmuraciones que fueron dolor
con que me pagaste,
cometiendo esa vileza,
has deshecho dos hogares
el nuestro y el de esos niños,
que se han quedao sin padre.
Lástima me da de ti,
vergüenza me da mirarte
no me vengas a decir
que tengo que perdonarte
porque me quieres aun
y yo no puedo olvidarte
La mortaja de mi pena
han sido esos dos lunares,
esa sonrisa de entrega
ese mirar sin desplante,
son muchas provocaciones
para que un hombre de coraje
tenga tranquilas las manos
y las ideas cabales.
Me estas volviendo loco,
me estas quemando la sangre,
con esa humildad fingida
con que quieres engañarme.
Vete, al lugar que te cuadra,
vete a esperar que, en la calle
te machen con unos besos,
que luego habrán de pagarte.
Vete mujer, no me llores,
no vengas a provocarme,
que en mi corazón
la pena solloza por soleares
y los bronces de un cariño,
tocando, están a funerales.
Vete al lugar que te cuadra,
a calmar soeces hambres
y llenarte el corazón
de cosas inconfesables,
que una mujer como tú,
solo sirve pa mancharse.
Estás fundida en el barro,
eres mujer de la calle.
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